El visitante, o incluso el zaragozano, que por primera vez se acerca a
las manifestaciones de nuestra Semana Santa puede encontrarse un poco
desorientado y perderse ante la multiplicidad de horarios y procesiones,
que muchas veces se solapan en el tiempo. Por otro lado, si no va
acompañado de alguien que sea buen conocedor, se puede quedar en una
visión un poco superficial o no comprender plenamente lo que está
viendo.
Este es el objetivo de este texto: dar unas mínimas
orientaciones al curioso, pero teniendo claro que, como todas las
manifestaciones populares, ésta se explica a sí misma y se aprende a
verla viéndola. Al ser espectador se está participando y formando parte
de la fiesta ya que sin público la manifestación pública de fe que
encierra carecería de sentido. Abriendo bien los ojos y estando
receptivos, de repente lograremos captar un momento mágico, un gesto
inesperado, que podrá ser quizá tan sólo una mirada o una lágrima.
Simplemente tenemos que dejarnos llevar, vivir y experimentar.
Disfrutemos del olor del incienso, del colorido de las túnicas y del
sonido (que no es nunca ruido) que atruena y estremece. Comencemos a
vivir nuestra Semana Santa.
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